¿Qué quieres ser cuando seas grande? Con esa pregunta me generaban una ansiedad enorme. Pensar en el futuro ya era intimidante, pero pensar en cómo me iba a ganar la vida por mis propios medios cuando apenas tenía 10 años y ni siquiera conocía el barrio de al lado era aterrador.
Mi barrio estaba en el medio del campo y no había empresas ni fábricas ni negocios. Nos rodeaban vacas y codornices y no había empresarios ni teléfono ni e-mail. Pero mirando la TV en blanco y negro y escuchando la radio podía imaginar que más adelante en mi vida y en un lugar lejano existiría un lugar a donde quería pertenecer; no sabía si ellos (un ente abstracto) me necesitaban y querrían, pero yo a ellos sí.
Ir al trabajo o pertenecer a una empresa
De niña dudaba entre ser azafata o secretaria ejecutiva y por supuesto que nadie se atrevía a contradecir los sueños de una pequeña así que avancé firme con mis convicciones. En ambos casos había un camino de estudio, preparación y acercamiento a esos mundos que, nuevamente, desde el campo se complicaban. Ahora bien: si bien imaginarme metida en esos mundos corporativos era complicado, la vida o la calidad de vida que quería tener me resultaban muy fácil de imaginar. Quería un departamento cómodo y grande en Capital Federal, quería un balcón para tener un par de plantas, quería un living amplio, pero sobre todas las cosas quería un lavadero. Por más ridículo que suene, por más pequeño que fuese el departamento, un lavadero con espacio para colgar la ropa era un tema. Prioridades son prioridades y podía resignar cualquier cosa menos eso.
Sin apuro empecé a pensar en un trabajo. El primero fue hermoso: una empresa que desarrolló una home-computer única en el mundo, con un sistema operativo que fue una revolución en su momento. Ese trabajo no lo busqué sino que me llegó por contactos y cuando me invitaron a una beca internacional tuve que renunciar llorando. Al día de hoy, 35 años después, ese mismo grupo de personas nos reunimos para las fiestas de fin de año. Trabajar en aquella empresa (Telemática) fue estar en la cresta de la ola tecnológica a fines de los '80 donde había poco de informática, fue muy exigente pero fue, sobre todo, pertenecer a un grupo talentoso, disruptivo, divertido y humano. Al final eran los vínculos.
Me retaron por hablar de emociones. Y 10 azotes por llorar.
Mis siguientes empleadores no fueron menos interesantes. Fueron escuelas que me llenaron de aprendizajes y crecimiento y rescato especialmente un aspecto: vivía con ganas de aprender en un mercado vertiginoso como el de tecnología en los años '90 y 2000. ¿Recuerdan lo que fue el lanzamiento de Windows '95 y toda esa locura de hacer fila en los negocios para llevarse una caja de software? Vengo, también, de una época donde mostrar emociones, llorar en una reunión o levantar apenitas la voz siendo mujer eran mal vistos. Algo de eso hablé con los amigos de Naranjamedia y me enojaba mucho, entre la impotencia y las lágrimas de por qué estaba tan mal visto expresarse en el ambiente laboral. Aprovecho y recomiendo escuchar otros podcast más interesantes que el mío. "Empréndete" está lleno de buenas ideas e historias emocionantes, increíbles e inspiradoras. Lástima no haberlos conocido antes de emprender.
No estaba mal expresar emociones, estaba mal no controlarlos. Más o menos lo mismo pero no. Era un mundo corporativo donde se nos exigía ser fríos, calculadores y poner cara de póker ante una crisis. Se cayó la bolsa y explotó la crisis de Tequila, poker face. Una triste noticia de un compañero, poker face. A la larga y con el diario del lunes puedo decir que no estaba mal: aprendí que ante todo, los objetivos vienen primero. Trabajé duro en varias empresas así, pero no sentí que pertenecía a eso. Era como estar en un lugar pero no ser del lugar, como estar de tránsito, ¿sí me explico? Dejé el alma, pero a ellos no pertenecía; siempre fui y me sentí, orgullosamente, un alien.
5 técnicas que aplicamos para que HAL sea the greatest place to work
Fuente: GPTW Argentina
Y llegó el momento en que creamos una empresa con la esperanza de confirmar que todo lo aprendido fue intencionalmente adquirido con un objetivo claro. Además, queremos que sea un lugar donde se la pasa bien. Sin ánimo de que sea Disney, que nos podamos reír a menudo, que quien llora tenga no uno sino varios hombros donde apoyarse. Está demostrado que el bienestar se refleja en los resultados o, dicho de otra forma, muy lejos no se puede llegar con el caballo cansado. Algunas acciones que realizamos en HAL por el bienestar de todos los colaboradores los compartí en una webinar al que me invitó Great Place To Work por si lo quieren escuchar; hay adaptaciones de otras prácticas de moda con algunos ajustes muy de HAL, pero muchos otros son prácticas que surgieron espontáneamente. Confío 100% en que mentes brillantes generan ideas nuevas y buenas en forma constante, como el caudal de un río y no como un estanque aislado.
- Check-in diarios: si bien hasta hace unos años participaba toda la empresa, al ser 25 personas la desdoblamos por área de lunes a jueves y grupal sólo los viernes. Hay dos consignas para el minuto que le toca a cada uno: 1) ¿cómo amanecí hoy? donde se habla del mood, ánimo o eso que me atraviesa en forma personal y 2) help wanted laboral. A lo largo de las semanas podemos ver que las personas pasan de compartir contenidos muy tácticos y fríos a involucrar a sus compañeros en temas muy personales e íntimos, donde sea por alegría o tristeza hasta surgen lágrimas. Por sobre todo, en lo laboral sabemos quién necesita qué tipo de ayuda y no importa de qué área sea, alguien ofrece una manos siempre.
- Reuniones 1 a 1: de cada persona con su jefe en forma mensual donde se conversa mucho más que objetivos y áreas de mejora. Todos tenemos áreas de mejora; el tema es cómo nos acompaña la empresa a ser mejores, qué herramientas y feedback nos dan y documentamos cada pedido de ayuda y cómo fue resuelto.
- Reuniones grupales trimestrales donde se comparten los resultados de la empresa: si bien esta práctica es común en muchas empresas en HAL son cortas, muy orientadas a las acciones a tomar y ocupan el 50% del tiempo pactado. El otro 50% es, indefectiblemente, un happy-hour porque otra vez, los vínculos. Y si hablamos de atraer y retener personas talentosas y motivadas en esta nota Great Place To Work lo explica mucho mejor que yo.
- Valores antes que nada y después de todo: la cadena de valor completa es parte de nuestro éxito: proveedores, clientes y colaboradores hacen que una todo funcione y ningún eslabón debe ser descuidado. Si a esto le agregamos procesos certificados bajo normas ISO 9001:2015 garantizamos el primero de nuestros valores: que entregamos lo que prometemos a nuestros clientes.
- Nunca es suficiente reconocimiento y espacio para disfrutar los logros: nunca se demuestra cariño "de más". Tener a nuestro bebe en brazos no es malcriar; es amarlo. Cada ocasión es una excusa para compartir anécdotas y dramas de la vida, un happy hour, un trago o una cena, un almuerzo especial, todos juntos o con aquella persona que hoy llegó a trabajar un poco bajoneada. Alguien tiene los ojos brillosos, ¿es de felicidad o de tristeza? El día que eso pase desapercibido es que nos desviamos del camino y hay que retomar la senda.
HAL Company es parte del selecto ranking de tecnología de Great Place To Work.
A veces, para lograr estos reconocimientos es necesario una pizca de imaginación y visualizar cuál es el mejor lugar del mundo y ¡pum! se concreta eso que soñé de chiquita y que era un lugar abstracto, atemporal y sin contexto.
Y, por otro lado, una pizca de talento, otra de suerte para rodearse de las mejores personas del mundo.
Ese era el secreto, los vínculos.
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